La muerte de la educación
(Primera parte “del hombre común”).
Cierta mañana, después de un arduo sueño, Cohelet despertó con el astro sol, compañero de toda sus jornadas y de todo su tiempo, en plena cara.
De momento no reconoció haberse desprovisto de castillos y demás fortunas que con tanto empeño se había construido.
Al verse de tal forma habló como sigue:
- Ya he hablado sobre la vanidad de las cosas, de todo aquello que se encuentra debajo de ti, sol omnipotente, pero ahora que te contemplo y me veo alejado de ese mundo, percibo también, para el aumento de la desdicha que atormenta mi ser, que al igual que lo proveniente del este, es lo del oeste y lo del norte y lo del sur, es decir vano, lo de arriba y lo de abajo es igual.-
Pero el sol no respondía ni se mutaba ante las críticas de Cohelet, se quedaba inmóvil; redondo como siempre.
Fue en ese entonces que Cohelet lloró, cómo no habría de hacerlo, si fuerte no era, la única base consistente en la que su melancolía podía contenerse era en ese sol radiante, pero ahora el brillo de la estrella era opaco, casi igual que la existencia del viejo Cohelet, la cobardía aún interna en él, quedaba al descubierto, ¿Dónde están cohelet todas tus auroras, en dónde quedaron las muestras de una grata sabiduría que en un antaño presumías?
En dichos pensamientos se entretenía la atormentada mente de nuestro personaje. Pobre, su alma desgarrada danzaba con las tinieblas tenebrosas, ya la noche había caído, ya Cohelet se despedía de sus esperanzas; ¡adiós, impostoras inoportunas, hubo días en las que las ame y en verdad las apreciaba! era lindo escuchar sus cantos embriagadores y dormir creyendo soñar con vosotras, despertar y sentir las ondas sonoras, con un poco de vida todavía, recorriendo mis oídos.
Sin embargo todo eso ha muerto, pero con su muerte comprendo mi resurrección, ya no sufro por ustedes, ya no las amo, al contrario las aborrezco, no me tomaré la molestia de sepultarlas, puesto que prefiero que se mosqueen en un lugar oculto o que sean devoradas por algún animal de rapiña.
Feliz muerte esperanzas, feliz muerte idea de modernidad, tengan el desprecio que bien se merecen.
Cuando cohelet danzaba de tal forma con las sombras, una voz en lo alto por fin le dio respuesta:
Resulta que el hombre mismo se ha rebajado, ya no hay quien de belleza al mundo, no se construye arte, ya los poetas y filósofos han muerto, no existe un ser que piense, que exprese y diga yo soy.
¿De qué forma el sol, los mares y los cielos podrían retomar su camino, si aquellos por los cuales, día a día salen, se mueven y se elevan, desprecian su propia existencia?
El mundo se ha vuelto un lugar tan ambiguo desde que lo has abandonado, tú, sabiduría.
Conmocionado por la noticia, el viejo Cohelet, decidió regresar al mundo y descubrir quién ha matado a la vida.
En su primer encuentro se topó con el hombre común, su aspecto era llamativo, vestía piel plateada y viajaba en manada, sus movimientos eran mecánicos y cada vez que los realizaba “bien” le obsequiaban cera para pulir su piel, este parecía producir una especie de risa alegre, cuando esto sucedía se apartaba a una esquina y se frotaba su cera encima del torso y del rostro. Fue entonces que Cohelet se acercó a uno de ellos, comenzando una charla de la siguiente forma:
- bueno y ¿qué es lo que hacen?-
- trabajamos- respondió el hombre común.
- y cuándo no trabajas, en qué gastas tu tiempo- le preguntó bruscamente Cohelet, viéndolo fijamente a los ojos.
- ¡no trabajar! Esa idea es mal vista por aquí, sin embargo hay unos que no trabajan algunas horas del día, he escuchado que descansan, duermen o disfrutan viendo cuanta cera han acumulado, lo que me parece absurdo, pues en lugar de observar cuanta tienen, podrían estar ganando más.
- entonces hoy se trabaja por la cera, pero hubo tiempo atrás que el premio al trabajo era una abstracta moneda, la cual servía como utensilio de intercambio por el sustento y comodidad de vuestras vidas y de vuestras familias.
- ¿vida? La vida ya no existe se ha remplazado por el trabajo, es el trabajo menos pesado que la vida, es más seguro el trabajo que la vida, recuerdo cuando aún se vivía y se gritaba ¡pobre de mí, no sé que será de mi vida, ni sé que hacer con ella! Entonces para qué la vida, ¿no es más productivo el trabajo que la vida? ¿No es la vida un obstáculo para encontrar la felicidad?
¿Familia? ¿Qué es la familia? Yo me he educado para el trabajo, y trabajo para tener cera, aún si existiera esa arcaica familia de la que hablas no les daría nada, antes me gastaría mi premio en destruirme a mi mismo, que por el bien de los demás. Ah, ya me veo yo todo seco; opaco, mientras esa familia disfruta del esfuerzo que he realizado.
Tus palabras me hacen pensar, de cierta forma, y por pensar puedo perder el trabajo, mejor será que huya de ti, monstruo solitario de figura humana.-
Así el hombre común se lanzó corriendo para volver a su lugar de trabajo, sin dejar algo de la cera que antes se había estado untando.
Solo quedó Cohelet, en verdad que el hombre se ha rebajado demasiado, pensaba. Empero no se entristecía por ello, al contrario una sed de furia le invadía, un deseo malicioso de destruir a la nueva raza de plateados le animaba a continuar con su viaje.
Pero adónde ir, en dónde buscar, en eso recordó las palabras del hombre común:
“Yo me he educado para el trabajo, y trabajo para tener cera”
¿Acaso son los educadores los causantes de todo esto? Esos pedagogos con licencia de dirigir almas, ellos y quién más tienen la llave para aniquilar la vida por medio de la educación. Deberá entonces mi artillería dirigirse a los doctos en dicha materia, tendré que destinar a ellos el discurso ponzoñoso que ha de aniquilar la aberración anteriormente vista.
Con aire apresurado pretendía Cohelet comenzar el camino, pero no fueron ni veinte metros los recorridos, cuando la noche nuevamente cayó sobre él, ah, el mejor paso es el de la tortuga, lento y calculador, lo mejor será que siga su ejemplo y visualice el panorama, y aunque la noche es de bello color, puesto que tiene una tremenda semejanza con mi espíritu, no es el momento adecuado para planear, lo mejor será descansar; allí veo una roca que puede servir de almohada, las estrellas se han unido para brindarme calor, escucho el canto de los grillos, arrullo tenue para dormir. Ha llegado la noche, la primera de tantas noches en que se dormirá, pero ya no se tendrán sueños.