diciembre 27, 2008

Soledad Lunera.


Ya que la luna no se cuela por la ventana,
Y vos me niegas las miradas

De tierna niña que sé muy bien que sos
Y que te conozco a la perfección.

Porque hubo noches de estrellas bellas
Y de nubes y de duendes y de demás seres fantásticos,
Que en la oscuridad prometían un deseo;
Pero yo no soy de esos que desean.
Yo no soy de esos que aman a ciencia cierta.

¡Ah, sí que las hubo!
Noches de sirenas y de cantos
Y de miradas bellas.

En las que la luna me abrazaba y besaba
Y vos conmigo te mezclabas,
Pero, como dije, ya la luna, no se cuela por la ventana.

diciembre 25, 2008

para leer el Cohelet; parte I


El Cohelet, así como él se nombra, es un personaje bíblico del antiguo testamento, hijo del Rey David y quien lo precediera en el trono, reconocido por su inmensa sabiduría. Su nombre original era Salomón.
Fue el autor del Eclesiastés, uno de los más lóbregos libros de la biblia, predicaba en él un cierto tipo de pesimismo, y es allí de donde comenzamos acercarnos para la fundamentación de nuestro tema, ya que Cohelet aceptaba lo vacuo en las cosas, siendo esto quizá uno de los comienzos para lo que después dijeran Demócrito y Leucipo sobre el ser y el no-ser, o para entenderlo mejor, como lo decía Aristóteles: lo lleno y lo vació.
Esta idea sobrentiende que existe algo de absurdo o irracional en lo coherente y en lo ordenado, es decir de no poner toda la fe en una idea, ya que esta misma idea, al estar “debajo del sol”, no es perfecta ni absoluta, tiene huecos, sólo podemos encontrar algo con dichas características (de perfecto), fuera de lo terrenal. En el espíritu.
Es hora de enfocarlo a nuestra materia, en el Eclesiastés de la biblia Cohelet pone como virtud máxima a la sabiduría, si definimos dicho término como la madurez en el discernimiento entre el bien y el mal a través de reflexiones o razonamientos, es semejante entonces, a la función o algunas de las funciones de la educación, pues hacemos referencia a la integridad del hombre.

En “el canto del cohelet”, este despierta y encuentra el sentimiento de vanidad, pero también lo percibe en el astro sol, en el punto más alto que puede alcanzar a ver, es decir la sabiduría o en nuestro caso la educación:

“Fue en ese entonces que Cohelet lloró, cómo no habría de hacerlo, si fuerte no era, la única base consistente en la que su melancolía podía contenerse era en ese sol radiante, pero ahora el brillo de la estrella era opaco.”

Al notar las deficiencias originales en el campo educativo, decide regresar al mundo a indagar el por qué “la educación ha muerto”.

Antes de trasladarnos a la cuestión propuesta en el párrafo anterior es conveniente el detenernos a analizar ese “cierto pesimismo”, pues hablo de una estimación de la persona, al mismo tiempo del aprecio de su condición.
La visión actual, en referente a todo y por supuesto también a la educación, es la idea de perfección, Cohelet se da cuenta que esta idea en realidad no existe y por ende es absurdo el crearse metas, puesto que nunca se alcanzarán, es más bien perseguir una finalidad. La diferencia radicaría entre hacer algo por el querer lograr algo y hacer algo por la satisfacción de hacerlo.

Es entonces que uno se concientiza de su propia vida y puede realmente amarla, en el texto se expresa de la siguiente manera:
“Cohelet se despedía de sus esperanzas; ¡adiós, impostoras inoportunas, hubo días en las que las ame y en verdad las apreciaba! era lindo escuchar sus cantos embriagadores y dormir creyendo soñar con vosotras, despertar y sentir las ondas sonoras, con un poco de vida todavía, recorriendo mis oídos.
Sin embargo todo eso ha muerto, pero con su muerte comprendo mi resurrección”

La primera crítica es a hacia la meta del sistema educativo a través de la actitud humana, pues tomando “esta meta como finalidad”, bien podríamos decir, y con justa razón, que ya la educación no tiene un fin, como lo diría la doctora M. Casarini en cierta mesa de discusión
[1], pues simplemente es absurda y no llena al espíritu de la persona.
Definamos, pues, para qué se educa hoy en día, se habla de la competitividad, ser el mejor postor en la elección del empleo, es decir se forma para trabajar, que el futuro egresado pueda rápidamente insertarse en el mundo laboral, es entonces que a pesar de que las posturas pedagógicas contemporáneas se dirijan al alumno como objeto de estudio, la relevancia es poca, puesto que se pretende obtener profesionales y no tanto seres.
Con dicha perspectiva el empleo se vuelve la vida misma, se ama al empleo pues es lo único que se tiene, por lo que se ha luchado: la meta, ¡imaginar la desolación cuando este empleo o el ser empleado se termine! La vida misma se extinguiría con ello.
O al darse cuenta que tu vida ha sido o será superflua.

Sin embargo esta idea no se manifestara, si no se ofreciera un beneficio del trabajo, aunque todavía perdura el concepto progreso, las mentes débiles adoptan efusivamente a la comodidad como forma de vida, aún rebajándose más, pues de la comodidad se exalta el egocentrismo, así descuidando las relaciones interpersonales que se encuentren ajenas al empleo y/o peor aun se pierde el sentido de responsabilidad con las demás personas.

El problema planteado no es a causa o surge del modelo por competencias, se viene presentando desde mucho tiempo atrás, sólo por hacer una pequeña comparación, con el de base por competencias, en el cual se buscaba el aumento de la producción; no es cuestión de sistemas, sino más bien de la mentalidad que se adopta.


[1] El día 8 de Oct. De 2008, en la sala de usos múltiples de posgrado de la FFyl, UANL.

diciembre 21, 2008

El canto del Cohelet



La muerte de la educación
(Primera parte “del hombre común”).

Cierta mañana, después de un arduo sueño, Cohelet despertó con el astro sol, compañero de toda sus jornadas y de todo su tiempo, en plena cara.
De momento no reconoció haberse desprovisto de castillos y demás fortunas que con tanto empeño se había construido.
Al verse de tal forma habló como sigue:
- Ya he hablado sobre la vanidad de las cosas, de todo aquello que se encuentra debajo de ti, sol omnipotente, pero ahora que te contemplo y me veo alejado de ese mundo, percibo también, para el aumento de la desdicha que atormenta mi ser, que al igual que lo proveniente del este, es lo del oeste y lo del norte y lo del sur, es decir vano, lo de arriba y lo de abajo es igual.-
Pero el sol no respondía ni se mutaba ante las críticas de Cohelet, se quedaba inmóvil; redondo como siempre.
Fue en ese entonces que Cohelet lloró, cómo no habría de hacerlo, si fuerte no era, la única base consistente en la que su melancolía podía contenerse era en ese sol radiante, pero ahora el brillo de la estrella era opaco, casi igual que la existencia del viejo Cohelet, la cobardía aún interna en él, quedaba al descubierto, ¿Dónde están cohelet todas tus auroras, en dónde quedaron las muestras de una grata sabiduría que en un antaño presumías?
En dichos pensamientos se entretenía la atormentada mente de nuestro personaje. Pobre, su alma desgarrada danzaba con las tinieblas tenebrosas, ya la noche había caído, ya Cohelet se despedía de sus esperanzas; ¡adiós, impostoras inoportunas, hubo días en las que las ame y en verdad las apreciaba! era lindo escuchar sus cantos embriagadores y dormir creyendo soñar con vosotras, despertar y sentir las ondas sonoras, con un poco de vida todavía, recorriendo mis oídos.
Sin embargo todo eso ha muerto, pero con su muerte comprendo mi resurrección, ya no sufro por ustedes, ya no las amo, al contrario las aborrezco, no me tomaré la molestia de sepultarlas, puesto que prefiero que se mosqueen en un lugar oculto o que sean devoradas por algún animal de rapiña.
Feliz muerte esperanzas, feliz muerte idea de modernidad, tengan el desprecio que bien se merecen.

Cuando cohelet danzaba de tal forma con las sombras, una voz en lo alto por fin le dio respuesta:

Resulta que el hombre mismo se ha rebajado, ya no hay quien de belleza al mundo, no se construye arte, ya los poetas y filósofos han muerto, no existe un ser que piense, que exprese y diga yo soy.
¿De qué forma el sol, los mares y los cielos podrían retomar su camino, si aquellos por los cuales, día a día salen, se mueven y se elevan, desprecian su propia existencia?
El mundo se ha vuelto un lugar tan ambiguo desde que lo has abandonado, tú, sabiduría.

Conmocionado por la noticia, el viejo Cohelet, decidió regresar al mundo y descubrir quién ha matado a la vida.

En su primer encuentro se topó con el hombre común, su aspecto era llamativo, vestía piel plateada y viajaba en manada, sus movimientos eran mecánicos y cada vez que los realizaba “bien” le obsequiaban cera para pulir su piel, este parecía producir una especie de risa alegre, cuando esto sucedía se apartaba a una esquina y se frotaba su cera encima del torso y del rostro. Fue entonces que Cohelet se acercó a uno de ellos, comenzando una charla de la siguiente forma:

- bueno y ¿qué es lo que hacen?-
- trabajamos- respondió el hombre común.
- y cuándo no trabajas, en qué gastas tu tiempo- le preguntó bruscamente Cohelet, viéndolo fijamente a los ojos.
- ¡no trabajar! Esa idea es mal vista por aquí, sin embargo hay unos que no trabajan algunas horas del día, he escuchado que descansan, duermen o disfrutan viendo cuanta cera han acumulado, lo que me parece absurdo, pues en lugar de observar cuanta tienen, podrían estar ganando más.
- entonces hoy se trabaja por la cera, pero hubo tiempo atrás que el premio al trabajo era una abstracta moneda, la cual servía como utensilio de intercambio por el sustento y comodidad de vuestras vidas y de vuestras familias.
- ¿vida? La vida ya no existe se ha remplazado por el trabajo, es el trabajo menos pesado que la vida, es más seguro el trabajo que la vida, recuerdo cuando aún se vivía y se gritaba ¡pobre de mí, no sé que será de mi vida, ni sé que hacer con ella! Entonces para qué la vida, ¿no es más productivo el trabajo que la vida? ¿No es la vida un obstáculo para encontrar la felicidad?

¿Familia? ¿Qué es la familia? Yo me he educado para el trabajo, y trabajo para tener cera, aún si existiera esa arcaica familia de la que hablas no les daría nada, antes me gastaría mi premio en destruirme a mi mismo, que por el bien de los demás. Ah, ya me veo yo todo seco; opaco, mientras esa familia disfruta del esfuerzo que he realizado.
Tus palabras me hacen pensar, de cierta forma, y por pensar puedo perder el trabajo, mejor será que huya de ti, monstruo solitario de figura humana.-

Así el hombre común se lanzó corriendo para volver a su lugar de trabajo, sin dejar algo de la cera que antes se había estado untando.

Solo quedó Cohelet, en verdad que el hombre se ha rebajado demasiado, pensaba. Empero no se entristecía por ello, al contrario una sed de furia le invadía, un deseo malicioso de destruir a la nueva raza de plateados le animaba a continuar con su viaje.
Pero adónde ir, en dónde buscar, en eso recordó las palabras del hombre común:
“Yo me he educado para el trabajo, y trabajo para tener cera”

¿Acaso son los educadores los causantes de todo esto? Esos pedagogos con licencia de dirigir almas, ellos y quién más tienen la llave para aniquilar la vida por medio de la educación. Deberá entonces mi artillería dirigirse a los doctos en dicha materia, tendré que destinar a ellos el discurso ponzoñoso que ha de aniquilar la aberración anteriormente vista.

Con aire apresurado pretendía Cohelet comenzar el camino, pero no fueron ni veinte metros los recorridos, cuando la noche nuevamente cayó sobre él, ah, el mejor paso es el de la tortuga, lento y calculador, lo mejor será que siga su ejemplo y visualice el panorama, y aunque la noche es de bello color, puesto que tiene una tremenda semejanza con mi espíritu, no es el momento adecuado para planear, lo mejor será descansar; allí veo una roca que puede servir de almohada, las estrellas se han unido para brindarme calor, escucho el canto de los grillos, arrullo tenue para dormir. Ha llegado la noche, la primera de tantas noches en que se dormirá, pero ya no se tendrán sueños.